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miraabajo
Asunto: Un mundo de caos.  MensajePublicado: 01 Mar, 2015 - 04:39 PM

Hija del Demonio
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Hija del Demonio

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            Un mundo de caos.




La llamada al combate:


Tan clara fueron sus intenciones como su legado. Destrucción, sin ningun tipo de controversias. Eso fue lo que vi mientras atravesaba el portal y, cuando se cerró, un estruendo se sintió desde la cima del monte sagrado. Las personas de mi amada patria trataban de alegrarse porque el mal había sido derrotado, pero solo de ellas salía una mueca tenue. Más de preocupación que de otra cosa porque tendríamos contados una vez más, el tiempo de paz. Hacía poco tiempo que dejó de nevar y que las fogatas se encendieron para marcar el inicio de la noche.

Siento desilución, desilución por no haberme dado cuenta que por más que hiciera las cosas bien todo iba a terminal mal. La paz debe ser infinita y no distinguir su final, no me sirve en este momento ninguna clase de autoconvencimiento.

Decidí irme de la fortaleza y volver a mi hogar. Comida, agua, una cama caliente era lo que me faltaba. A partir de ahí pude sostener con más ligereza mi arma y emprender mi camino a casa. A mitad de camino pude distinguir como bajaba del valle helado una enorme ventisca que me bloquearía mi paso en solo horas.

Fui a refugiarme dentro de la caverna del río helado y pasé la noche pensando en el desanso merecido en esta infinita batalla. Creo haberme quedado dormido luego porque ya apreciaba la luz del sol que tocaba la entrada a la caverna. Me puse en marcha cargando todo mi equipo y me choqué con la dificultad de no reconocer la bajada del valle que correspondia a mi casa, a causa de la fuerte ventisca que hubo. Me subí al gran techo que estaba cubriendo la caverna y pude ver mi casa a lo lejos o... ¿Los restos de ella? Bien, ya no tenía donde quedarme y con un dolor en el corazón, me propuse a bajar de las rocas cuando un fuerte grito sacudió mis pies obligándome a rodar por las piedras filosas.

Caí con fuerza pero con solo unas cortadas en la espalda y desconcertado, me puse sobre mis pies y vi como una persona gritaba de nuevo, una llamada de peligro. Sus ojos estaban fijos por el camino donde vino y su pesada piel de oso recubria sus hombros, escurría sangre por una de sus piernas aunque su caminata era firme y sin torpeza. Lo perseguía un ejercito de bárbaros y pude inmediantamente reconocer su estandarte de guerra.

Eran los bárbaros de las estepas llamados más comúnmente “Los cuelga cráneos”. El clan más radical de todos los clanes. Eran aquellos que no estuvieron de acuerdo en la creación de la piedra del mundo y que solo, los barbaros unidos, mantendrían los limites de nuestro mundo con la entrada a la maldad. No se llevaron bien con otros clanes y sus llamativos amuletos, eran partes de prisioneros traidores o bárbaros que no pensaban igual que ellos. Juraron nunca volver hasta que la piedra del mundo fuese destruida. Y eso mismo pasó.

El grito poderoso que escuché era del general de armas de la fortaleza que alertaba a mi pueblo. Yo corrí con todas mis fuerzas a prepararme para la batalla pero sabía que no íbamos a ganar. El azote de la destrucción se cobró muchas vidas, muchas más de las que pude rescatar a manos de ese enorme demonio, comandante de las catapultas que nos asediaban.

Un puñado de hombres contra cientos de ellos que nos esperaban callados fuera de las murallas. Uno de ellos se abrió paso y con su enorme hacha, la clavó en la tierra y gritó con odio:

“¡Queridas hermanas y hermanos, he aquí unidos una vez más confrontados por algo que dijimos que iba a pasar. Hemos visto la la sangre, el dolor y la muerte cayendo en nuestro país y nos toca ahora, gobernar los que antes gobernábamos. Los antiguos deben caer, engañados por el sagrado tótem dieron camino libre a la destrucción. Ya no quedan ancianos sabios que valoren éste territorio. El último de ellos los traicionó a todos. Abran la puerta y la justicia estará de su lado!”

Un bárbaro que estaba junto a mí en la muralla le respondió:

“¡Siempre hemos mirado hacia el mismo lado todos juntos, nos abandonaron en los momentos más oscuros y nunca se los vamos a perdonar. Ente los antiguos exigimos un enfrentamiento como lo dicta la antigua ley!”

El gran bárbaro de las estepas el propio Fermac asentó con su cabeza, tomó su gran hacha y esperó a su contrincante. Sabía que iba a ir a enfrentarlo, hermano contra hermano. Por primera vez en mi vida siento... miedo.

Me puse enfrente de la puerta y ésta se abrió lentamente con un pesado ruido a metal mientras observaba el enorme vapor que emanaba de la boca de Fermac. Una perfecta sonrisa de muerte me regalaba de forma inconfundible dentro de su grande y espesa barba trenzada. Tomé mi gran espada y me la puse en el hombro. Fermac gruñó y se acercó a pasos agigantados mientras levantaba su hacha.

De acuerdo a la antigua ley, nadie puede ver la pelea. Porque es una pelea por la deshonra de alguien que una vez se confió. Todos estaban de espaldas, su gran ejercito y todos en la fortaleza. Gritos, armas chocando, puños y piernas, una pelea corta, una pelea decisiva. Un último aliento de vida y un estruendo sobre la nieve. Todos giraron hacia la pelea, ensangrentado por todos lados exclamo mi grito de victoria diciendo:

“¡Hermanas y hermanos, aquí yace Fermac el gran bárbaro. Aquel que creía que una vida sin la piedra del mundo era lo mejor sin importar lo que nos dijera Tyrael. Quizá sea cierto o quizá no pero una cosa es segura, la paz no asegurada que nos queda será lo que nos haga dejar de existir. Pelear en este mundo helado sin que la humanidad se entere es la mayor gloria que podremos tener, porque cuando llegue nuestro momento de extinción, llegará luchando contra nosotros. Sin intenciones de conquista ni supremacía, si no de extermino. Es ahí donde nos sentirán, armas de fuego sobre hielo, sobre los corazones y el último de nosotros morirá, morirá luchando dejando en claro que aunque fuese su extinción, nunca será derrotado y vivirá luchando!”

“¡Por Harrogath!”

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El Guerrero Oscuro.
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